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Foto del escritorDavid Doniga Lara

(Aprendizaje mediante) “La búsqueda”

Pocas ideas pueden asociarse de una manera tan evidente como la que define este término a la carrera de un entrenador. Cuando trabaja, para conseguir los objetivos que le exigen, busca el rendimiento con su dedicación diaria, busca el resultado; cuando cesa su labor a nivel contractual (pues de trabajar nunca se cesa, se tenga o no contrato; se cobre o no), para volver a ser elegido para dirigir a un grupo de jugadores hacia el éxito, busca trabajo.


El entrenador, ya sabes cómo pienso, lo es a todas horas, cada día, cada año, tenga o no su cabeza en un solo club, en un solo equipo (pues, sin contrato, la cabeza se reparte entre muchos clubes…). Y lo es de muchas maneras diferentes. Hoy, me apetece, voy a hablarte del entrenador en la búsqueda. Del buscador.


Del buscador de rendimiento. Del buscador de resultados. Del buscador de momentos de victoria que colmen de felicidad al aficionado; que colmen de satisfacción al jugador y al dirigente. Del buscador de sueños; del buscador de un lugar en donde desarrollar lo que se le pasa por la cabeza para ayudar a un jugador a ser el mejor futbolista que pueda ser. Del buscador que no cesa. Inasequible al desaliento, al dolor, a la distancia, al olvido…


Me gustaría transmitirte la sensación que me invade cada verano (desde que dejé de ser futbolista para sentarme en un banquillo y ayudar desde detrás de las cuatro líneas). La excitación de lo que está por venir (un nuevo club, una nueva ciudad, un nuevo grupo) sin tener la mínima prueba de que de vaya a venir algo; la confianza en que voy a tener la oportunidad de volver a formar parte de una plantilla a la que dirigir en pos de la gloria futbolística en forma de ascenso, permanencia, playoff o campeonato, sin la menor constatación de que pueda llegar a darse. Nunca hay nada seguro; nunca hay seguridad de nada.


Mi estancia en las distintas instituciones en las que he tenido la dicha de entrenar ha sido relativamente corta como asistente, por circunstancias de distinta índole, en su mayoría incontrolables por mí y ajenas a mi responsabilidad de manera directa. Sin embargo, pese a seguir siendo cortas, en los últimos tiempos algo está cambiando, y no sé si se debe a mi nuevo rol como entrenador, a la madurez, al azar o a todo a la vez.


Poder elegir es un privilegio en fútbol. Solo para los grandes. Y, yo, por ahora, soy un pez pequeño (con mucho potencial para crecer), que hasta convertirse en grande va a tener que trabajar mucho (y sin comerme a nadie: no debe hacer falta, no es mi estilo). Poder marcharse de los sitios con las puertas abiertas (y antes de que te echen) es otro privilegio, con la diferencia de que depende de uno mismo. De mi forma de tratar a las personas y mi empleo durante el tiempo trabajando se deriva que pueda mirar, ahora y siempre, a los ojos de aquellos con los que tuve la fortuna de compartir despacho, campo u oficinas. Dentro y fuera.


Sin embargo, cuando marchas, corres el riesgo de, en un entorno ya de por sí incierto, hasta cuando tienes un trabajo atado, salir de la rueda que impulsa a seguir trabajando. Y vuelves a la búsqueda. A esa búsqueda constante, pero que ahora atiza a la mente, si no se la tiene preparada para ello, en aras de encontrar “algo” cuanto antes. Es entonces, cuando más lejos te sitúas de donde estabas, cuando más confianza hay que tener en el plan trazado. Porque, además, el tiempo me ha enseñado que la búsqueda es una lucha infructuosa, pues no hay nada que buscar.


Salir a ver si encontraba fuera de mí lo que me llevase a la consecución de mis objetivos me trajo, hace tiempo, al punto de partida (que es el de llegada): estar donde estoy y no querer estar en otro lado. De vez en cuando debo recordármelo a mí mismo. Y, a veces, tengo que utilizar a otros, como tú, para volver a concienciarme de ello.

Que tengas una feliz semana.


Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol

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