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Foto del escritorDavid Doniga Lara

El que solo sabe de fútbol, ni de fútbol sabe

La semana pasada tuve el privilegio de asistir como ponente a una serie de conferencias organizadas por el Fútbol Club Barcelona a través de su "Innovation Hub" que, durante casi un mes, servirán de formación y reciclaje para los propios técnicos del club. Iniciativas como esta, por cierto, no habituales en los clubes de fútbol (y no es una cuestión de presupuesto solo, hay muchas vías de desarrollo de proyectos similares), acercan la universidad al fútbol, pues le supone entrar, al técnico, en una dinámica de clases magistrales, prácticas y ponencias diversas en un entorno educativo y formativo eminentemente efectivo para la adquisición de nuevas visiones acerca del fútbol y de la vida. Y digo de la vida, en general, porque no se habla solo de fútbol. El cambio de paradigma y la ruptura con creencias hasta ahora incuestionables está en formar a entrenadores de fútbol a través de neurociencia, música o sistemas dinámicos, por poner un ejemplo, y no solo mediante táctica, técnica o fisiología, temas que también se tratan, obviamente.


Por mi parte, si bien me centraba en metodología, planificación y programación en un equipo de élite, mostrando un caso práctico vivido en el fútbol profesional, tanto con imágenes como con experiencias compartidas de viva voz, no pude obviar la importancia que ya he manifestado en anteriores artículos del camino interior a la hora de desarrollar cualquier faceta profesional. Como expreso concretamente en entradas completas, y de soslayo en algunas, aquel ser humano que se ha cuestionado a sí mismo, ha dado luz a su sombra y vuelto al origen de todo tomando conciencia de sí mismo (perdona que simplifique tanto algo tan complejo) puede abrirse plenamente a los demás y ponerse a su servicio para que otros sigan el camino que tengan que seguir, partiendo de lo profesional, pero con incidencia directa en las preguntas clave: quiénes somos, qué hacemos aquí, el para qué de todo esto. Solo limpio de espíritu (ojo, que nunca acaba de limpiarse uno...la propia toma de conciencia de la "suciedad" es ya un lugar de privilegio ante la inconsciencia) puede uno servir a otros.


Y los entrenadores estamos para eso. Y, en este caso, los alumnos y este profesor que te habla o, dicho de otra manera, este aprendiz que usa a los demás para seguir aprendiendo mientras les refleja su propia realidad, estábamos allí para preparnos más y mejor para servir a otros. El fútbol es solo una excusa. No sabemos por qué pero, los que nos dedicamos a esto, hemos ido a parar a un negocio como el fútbol donde, pese al predominio de lo económico (el capitalismo no es ajeno al fútbol), la esencia del trato humano aún no se ha perdido. En nuestro caso, en el día a día con el jugador, sobre todo; en el servicio a la proliferación de todo lo que un potencial permita a nuestros pupilos. Facilitadores les gusta llamar a mis amigos a la hora de denominar al entrenador de toda la vida. Es importante el lenguaje. Por qué no facilitadores...Pero no me quiero centrar en el lenguaje, solo. Decía que el fútbol es una excusa para juntarnos y, desde el fútbol, atacar todas las ramas de la vida. Fútbol y metodología, claro que sí, pero como punto de origen a una discusión sobre una nueva educación, otra forma de entender las relaciones personales, o un cuestionamiento del paradigma cartesiano con la incertidumbre y los sistemas dinámicos y el caos como núcleo de una existencia inexplicable; o la ciencia de la neurociencia demostrando con rigor científico (a mí no me importa que no se demuestren las cosas que vivo, que experimento en mí, pero entiendo que no todos estamos abiertos a esa confianza en la vida) que el impacto de un profesor, entrenador, educador o facilitador es abrumador en cada contacto con el alumno y que, desde ese respeto y esa importancia, podemos ser mejores seres humanos para proyectar mejores seres humanos aún  en los otros, ya sea en nuestro intercambio de conocimiento, en nuestra experiencia diaria con niños, adolescentes o adultos, tanto en un campo de fútbol como en un aula; conocimientos que acumulan conceptos en nuestra mente, así como conciencia de que, su aprendizaje, trae inevitablemente como consecuencia una mayor ignorancia al que asume como verdad algo que, indefectiblemente, algún día será refutado. Y suma y sigue. Un no parar de estímulos para darnos cuenta de que el entrenador de fútbol debe exigirse SER (algo más que saber de futbol, hacer o estar en la profesión), con mayúsculas, para poder desarrollar su labor. Asumiendo que eso nos lleve a perdonar la ignorancia mencionada, aceptar nuestras limitaciones y abrazar la incertidumbre y la falta de control dentro del caos. Ese caos que, como escuché a un amigo el otro día, no deja de ser un orden que no sabemos explicar.


El fútbol, nuestro nexo de unión, el tuyo y el mío, el que yo he utilizado para ponerme en contacto con los demás para volver a mí y, entonces, poder darme a los demás ya desde una realidad diferente, más útil, más efectiva, más consciente, es solo aquella excusa. "El que solo sabe de fútbol, ni de fútbol sabe", es mi resumen de la semana. Lo que nos atrajo, lo que nos enganchó en el inicio para trabajar en esto después de haber jugado (esas lecturas de fútbol, esas metodologías, ese brillo que reflejaban los que estaban ahí pero que solo era una proyección de nuestro propio brillo) era en realidad el cebo para que cada uno siguiera aprendiendo lo que tuviera que aprender. Era el señuelo para que picásemos y dejásemos de mirar hacia fuera y cambiáramos la orientación de las gafas con las que veíamos la realidad. Era la manzana del árbol del Bien y del Bien (sí, del Bien y del Bien). Una manzana que, tras morderla, si la muerdes con todas las consecuencias, te conduce al verdadero paraíso: el del buscador que no tiene nada que buscar pero que solo buscando se da cuenta de ello. Y en eso estamos. En la toma de conciencia. En la búsqueda incesante.


Que tengas una feliz semana.


Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol


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