"Cuando era niño y conocí el Estadio Azteca me quedé duro. Me aplastó ver al gigante. De grande me volvió a pasar lo mismo pero ya estaba duro mucho
antes”.
En el verano del ochenta y seis, los vídeos en formato Beta de mi padre, en los que grababa los partidos del Mundial de México, me permitieron seguir a la España de la Quinta del Buitre (la de los cuatro goles ante Dinamarca en Querétaro, la del gol de Míchel a Brasil) en su recorrido mundialista. Era la primera vez que veía el Campeonato del Mundo. Mientras, en México DF, el estadio que había visto a Pelé tocar el cielo en el setenta, acercaba al mismo cielo a El Diego con su mano y su pierna izquierda entre ingleses y alemanes. Aquel niño que era yo conocía el Estadio Azteca por televisión y en diferido. Con ese espléndido sol del verano mexicano dando brillo al verde en el que pudimos ser testigos del gol más maravilloso de la historia del fútbol; con la sombra de aquella característica plataforma colgada sobre el terreno de juego, preludio sin saberlo de la spider cam que a todos, ahora, nos resulta tan familiar. Han tenido que pasar treinta y seis años para que aquel niño conociera, de grande y en vivo, tal escenario de ensueño. Y te prometo que se quedó duro.
Abro de nuevo las páginas del blog para retomar entradas en este 2022. Disculpa la demora. Los compromisos acucian. Este primer mes del año ha sido exigente en ritmo y tiempo. Desde mi llegada a Panamá el día nueve de enero hemos disputado cuatro partidos, un amistoso y tres de clasificación, durante una concentración de veinticinco días, en burbuja, por el Covid, sin salir del hotel nada más que para entrenar, viajar y competir. Cerrada la ventana con la visita al Azteca para disputar la undécima jornada de la Octagonal de clasificación en CONCACAF para Qatar 2022, dedico unas lineas a compartir contigo lo que supone cumplir el hito personal de pisar, en partido oficial, el lugar en el que el niño que fui empezó a almacenar recuerdos entorno al balón, fuente inagotable de sueños de fútbol.
Los partidos de clasificación vienen precedidos de un entrenamiento en el que el equipo rival reconoce el terreno de juego por espacio de una hora. La actividad frenética del día de partido impide disfrutar del ambiente como lo disfruta un aficionado, y eso hace que en el entrenamiento de la previa podamos visitar el escenario con mayor tranquilidad: acompañando con atención plena el recorrido por las avenidas que dan acceso al estadio; observando desde la distancia la estructura que da forma al coliseo; saboreando la entrada al recinto y la llegada al túnel de acceso a vestuarios… Todo nuevo para una mente que solo había podido, hasta ahora, prestarse a fantasear con lo que sería el desconocido entorno de lo que solamente había podido ver por la tele y con el tiro de cámara enfocado en el césped.
Directo al terreno de juego, mirar hacia arriba desde el césped y darse cuenta de que, para alcanzar a ver el cielo, hay que echar la cabeza atrás para poder sortear la cubierta de una gradas adornadas con los detalles del equipo local, el América, es todo uno. El Azteca que vemos en las fotos de todas las épocas que inundan cada rincón del recinto, desde el pasillo de entrada hasta las escaleras de acceso, pasando por vestuarios y recovecos, no muestran una imagen del actual, reformado y adaptado al fútbol moderno.
Sin perder la perspectiva, que íbamos a competir, nos volvemos a Panamá sin siquiera un punto después de un gran partido y ser superados solo de penalty a falta de diez minutos por México. Quedan tres jornadas de Octagonal y la Sele depende de sí misma para ir al Mundial. Antes de la última y definitiva ventana volveré a estas líneas a transmitir mis sensaciones antes de las tres citas más importantes de mi carrera como técnico.
Cuando era niño, y conocí el Estadio Azteca, no hubiera podido adivinar que, gracias a esta selección y a este país, no solo iba a poder luchar por ir a un Mundial, sino que también iba a tener la dicha de competir en el lugar en el que nacieron mis sueños de fútbol.
Que tengas un feliz fin de semana.
Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol
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