La muerte de Maradona me ha pillado muy lejos de donde le conocí. Mis primeras imágenes del Diego son de partidos grabados en beta, en el vídeo de mi padre, del Mundial de México, el del 86, en el piso de Torrejón de Ardoz donde viví mis primeros años. Ni siquiera recuerdo aquel campeonato en directo, era demasiado pequeño. Si en él a los españoles nos hinchió el orgullo patrio la gesta del Buitre ante Dinamarca en Querétaro, para “El 10” fue sin duda el de su consagración absoluta, años después de participar en el del 78 (aunque quedara fuera de la lista final de Menotti), ganar el sub 20 en el 79, en Japón, y defender a la absoluta en el del 82, donde cayó eliminada por la Brasil de Zico y Sócrates. Desde entonces, ha sido la referencia universal del deporte rey. Los mayores habían visto a Di Stefano, Pelé y Cruyff (en directo); yo solo había visto al Pelusa, pero no hacía falta más: era diferente.
El día de su marcha tenía que llegar, pero quizás ha llegado muy pronto. No nos enseñan a manejar esta parte de la vida, que es la muerte, como no nos enseñaron el fútbol sin Maradona. Pese a haberle sacado del verde, hace ya muchos años, uno sabía que él estaba por ahí, en algún lugar, donde fuera. Disponible. Referencia, como digo, para todos, en esto del fútbol, que de vez en cuando volvía a aparecer a nivel público, pero del que nadie se cansaba nunca de compartir imágenes, proezas y hazañas con el balón. Ahora nos toca aprender a la fuerza a que el fútbol no le tenga a mano. Supongo que la leyenda tras su pérdida le hará más fuerte en el inconsciente colectivo y en la historia de nuestro deporte. Nos queda su archivo para enseñar a los que vengan y su aura envolviendo todo lo que rodea a este juego. Eterno Diego.
Ningún mortal está preparado para interpretar el papel de dios. A él le nombraron los aficionados eso, dios, pero del fútbol; de manera popular y soberana, pues es el aficionado el que en verdad es dueño de este deporte (no hay mayor autoridad) pero con una carga de responsabilidad tal que no es apta para humanos. Dios del fútbol sin pedirlo ni buscarlo… Para alguien que solo dominaba mejor que nadie la pelota, ya fuera a solas o con rivales de por medio, que nunca lo reclamó, que lo único que deseaba era jugar al fútbol, era demasiado pesada. Diego era el mejor, pero ese don no le hacía un dios, ni Dios, ni ejemplo de jugador para nadie, pues nadie pudo ni podrá jamás imitarle. Si en eso era inimitable, no pretendamos que sea un ejemplo a otros niveles. Sería injusto.
Si a nadie debo juzgar, ni a mí mismo (mucho menos), qué sentido tiene juzgar a alguien que, a todos los que no le conocemos personalmente, solo nos provocaba admiración, emociones, sensibilidad, sentimientos, belleza, prodigios, plasticidad, alegrías y felicidad con aquello con lo que se ganó la atención y el respeto de los otros: el balón. Si a nadie debo juzgar, como digo, a él, por lo deportivo, que es por lo que se le otorga un valor a su opinión, a su criterio, a su sabiduría, menos: solo le puedo venerar; en cuanto a lo personal, nadie es ejemplo de nada al cien por cien como para tirar una primera piedra, por lo que yo me guardo la mía, faltaría más. No es de mi incumbencia. Si yo quiero aprender y seguir creciendo, dependo de mí, exclusivamente; de cómo enfoque el espejo que pueden ser los demás para que me refleje lo que necesito en mi evolución. Con esta percepción, Diego es maestro del que quiera. Yo elijo (no juzgo, no evalúo públicamente) que, en una pequeña parte de mi existencia, así lo sea.
Las lágrimas de Jorge Valdano en la retransmisión de un partido de Champions League de esta semana lloran al ser humano, al familiar, al amigo. Solo los que fueron parte de su vida, de manera directa, sufrirán su ausencia a ese nivel. A mí, la pérdida a nivel humano, algo que siempre es lamentable, me toca de refilón; al futbolista lo perdimos hace años y a todos los que amamos el fútbol nos tocó vivir aquel luto. Toda mi energía para su gente y ánimo para sobrellevar este de la pérdida física de un ser querido.
Nace la leyenda como nacemos a una vida que lleva y que trae a todos los que estamos en ella en un carrusel infinito de experiencias encadenadas en donde hoy nos toca ser quienes somos y, mañana, en la próxima parada, quién sabe. Diego decía que quería volver a nacer futbolista, y volver a nacer Maradona. Yo también me pediría ese papel sabiendo lo que sé ahora, pero el juego no funciona así; sería hacer trampa. No tendría gracia la vida. No es motivante. No hay reto alguno en jugar con las cartas marcadas, y la vida es un reto.
Yo he visto a Maradona.*
Que tengas una feliz semana.
Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol
*Frase del cántico que hicieron populares los aficionados del Nápoles durante la etapa de Maradona en el equipo italiano.
"Ho visto Maradona"
Maradona's death has taken me a long way from where I knew him. My first images of the Diego are of matches recorded in beta system, in my father's video cassette device, of the Mexico World Cup, in 1986, in the Torrejón de Ardoz flat where I lived my first years. I don't even remember that championship live, I was too young. If in that one the Spanish pride was inflated by the feat of the ´Buitre´ against Denmark in Querétaro, for ´El 10´ it was undoubtedly that of its absolute consecration, years after participating in the 1978 World Cup (although it was outside the final list of Menotti), winning the U20 title in 1979, in Japan, and defending the first national team in 1982, where it was eliminated by the Brazil of Zico and Socrates. Since then, he has been the universal reference point for the game. The seniors had seen Di Stefano, Pelé and Cruyff (live); I had only seen Pelusa, but that was all it took: he was different.
The day of his departure was bound to come, but perhaps it has come too soon. They don't teach us how to handle this part of life, which is death, any more than they taught us about football without Maradona. In spite of having taken him out of the green, many years ago, one knew that he was out there, somewhere, everywhere. Available. A reference, as I say, for everyone, in this football thing, which from time to time appeared again at a public level, but from which no one ever tired of sharing images, feats and exploits with the ball. Now it is our turn to learn by force that football does not have him at hand. I suppose that the legend after his loss will make him stronger in the collective unconscious and in the history of our sport. We are left with his file to teach those who come and his aura wrapping everything around this game. Eternal Diego.
No mortal is prepared to play the role of a god. The fans named him that, god, but of football; in a popular and sovereign way, because it is the fan who is really the owner of this sport (there is no greater authority) but with such a burden of responsibility that it is not suitable for humans. God of football without asking or looking for it... For someone who only mastered the ball better than anyone else, either alone or with rivals in between, who never claimed it, who only wanted to play football, it was too heavy. Diego was the best, but that gift did not make him a god, nor God, nor an example of a player for anyone, because no one could or will ever imitate him. If he was inimitable in that respect, let us not pretend that he is an example on other levels. It would be unjust.
If I must judge no one, not even myself (much less), what is the point of judging someone who, to all of us who do not know him personally, only provoked admiration, emotions, sensitivity, feeling, beauty, prodigies, plasticity, joys and happiness with that which he earned the attention and respect of others: the ball. If I must not judge anyone, as I say, by sportsmanship, which is why his opinion, his criteria and his wisdom are valued so much less, I can only venerate him; as for the personal, no one is an example of anything one hundred percent as to throw a first stone, so I will keep mine, of course. It is not my business. If I want to learn and continue growing, I depend exclusively on myself; on how I focus the mirror that others can be so that it reflects what I need in my evolution. With this perception, Diego is the master of anyone he wants. I choose (I don't judge, I don't evaluate publicly) that, in a small part of my existence, I am.
Jorge Valdano's tears in the broadcast of a Champions League match this week cry out to the human being, to the family, to the friend. Only those who were part of his life, in a direct way, will suffer his absence at that level. For my part, the loss on a human level, something that is always regrettable, touches me like a reflex; we lost the footballer years ago and all of us who love football had to live that mourning. All my energy for your people and encouragement to cope with this physical loss of a loved one.
The legend is born as we are born to this life that leads and brings all of us who are in it in an infinite carousel of chained experiences where today it is our turn to be who we are and, tomorrow, at the next stop, who knows. Diego said that he wanted to be born again as a footballer, and to be born again as Maradona. I would also ask for that role knowing what I know now, but the game doesn't work like that; it would be cheating. Life wouldn't be funny. It is not motivating. There is no challenge in playing with marked cards, and life is a challenge.
I have seen Maradona.
Have a happy week.
Lots of life. Lots Love. Lots of Football
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