Como puedes comprobar en la página de bienvenida, este es un espacio para todos. Desde el fútbol, mi profesión, me abro a compartir experiencias con todo aquel que tenga a bien el invertir unos minutos de su tiempo en pasarse por aquí. Los artículos semanales son contacto directo con cada uno de los que estáis al otro lado de la pantalla desde hace ya casi un año, momento en el que decidí crear este espacio común. Si bien, como digo, es un lugar para todo aquel al que le interese ver la vida desde los ojos de un profesional del balón, a los propios profesionales que me seguís, ya sea en élite o fútbol de base, así como a los que os dedicáis al fútbol desinteresadamente, el artículo de hoy os va a mostrar una manera de enfocar el desarrollo profesional en esta tarea. A los demás, estoy seguro, también les llamará la atención la manera en la que un entrenador (mi manera, por supuesto) proyecta durante el tiempo, más o menos prolongado, en el que está desempleado, lo que su mente crea para que esto se haga realidad. Espero que te aporte.
La incertidumbre es un principio fundamental de los sistemas vivos (complejos) y una característica principial de mi vida (como no). Y no solo por ser yo un sistema complejo, que lo soy, sino por estar metido de lleno en el sistema complejo que es ser entrenador de fútbol. La incertidumbre que generaba el que "sobrara mes al final del sueldo", teniendo hasta tres trabajos bastante fijos (no había incertidumbre en que esos trabajos fueran a seguir siendo mi sustento: la incertidumbre era si generaban más ingresos que gastos...), desde que me emancipé hasta los treinta y dos, años en los que me dedicaba al fútbol a tiempo parcial y a otros trabajos a la vez para sumar un sueldo digno, dio paso, a esos treinta y dos años (cuando tomé la decisión de dedicarme solo al fútbol), a la incertidumbre de no saber ni dónde iba a estar en el próximo mes ni cuánto tiempo duraría mi contrato. ¡Ni siquiera con un contrato firmado en la mano! Uno puede sentir inseguridad cuando no sabe si algo llegará, pero resulta extraño sentirla cuando tiene algo fijo. A mí me llegó ese contrato de fútbol profesional en Bolivia (el dónde) y por un año y medio (el cuánto) pero, por primera vez (pues hasta entonces tener varios trabajos hacía que perder el de entrenador no me dejara sin nada), sentí que ni con algo firmado podría asegurar que eso se fuera a cumplir (no era tan obvio para mí entonces, aunque parezca inocente). Pobre iluso. La secuencia que le seguiría a la firma de aquel primer contrato sería la de tres meses activo, seis en búsqueda de empleo, tres activo, cuatro de búsqueda, un año activo, un mes de búsqueda, dos meses activo, dos meses de búsqueda, siete meses activo, dos años de búsqueda, y nueve meses activo hasta hoy: de nuevo, empieza la búsqueda. Con estos antecedentes, acumulando experiencia, si uno está atento, aunque sea más o menos torpe en el aprendizaje, termina sacando conclusiones. Algunas de las que extraje yo fueron la de que no había una relación directa entre los resultados y las ofertas posteriores, la de que podría acabar trabajando en cualquier lugar del mundo en el momento más inesperado y, una muy importante porque depende en exclusiva de uno mismo, y en la que me enredaré contigo, la de que el periodo entre trabajo y trabajo era un momento ideal para dar un salto cualitativo a cualquier nivel (profesional, humano...salto en general).
He de reconocerte que el primer "hostión" fue donde hubo mayor decepción. Las dichosas expectativas de las que hablaba la semana pasada me dejaron noqueado cuando me volví antes de tiempo y con los bolsillos vacíos. También fue el momento más difícil, el de más dudas. Cuando después de tanto tiempo di el paso a dejar todo por un sueño, volver tres meses después con el rabo entre las piernas impregnó en cada poro de mi piel el miedo que me hizo cuestionarme si debería volver atrás o seguir adelante con todas las consecuencias. Las facturas, la imposibilidad de asegurar ingresos recurrentes a medio plazo y mi entorno empujaban a dejar de seguir soñando para asegurar un mediocre y desmotivador presente. Pese a las dudas, una llamada que tardó tres meses en llegar me volvió a activar para prepararme para un próximo reto. Y me formé específicamente en aspectos que se me exigían y que no manejaba. Lo profesional era prioritario en mi enfoque de reciclaje y evolución; sin embargo, el segundo "hostión" fue el más importante de toda mi vida. La vuelta a casa, también a los tres meses de la partida, fue tan inesperado porque no fue por parte del club sino de la persona que me contrató. Gracias a lo que viví, una vez en casa, y tras haberme planteado no valer para esto, decidí que el salto profesional no sería para aprender cosas técnicas que no manejara, solamente, sino también para elevar mi nivel de autoestima, mi percepción propia, reconocer mi valor y manejar mi labor profesional con mayor atención y concentración. Y vaya sorpresa cuando lo que se enfocaba en el trabajo resultó tener unas raíces muy profundas en el interior, en lo personal; pero habría una tercera "hostia" y, cómo no, con un trasfondo diferente. Un año laboral tan espectacular en lo deportivo como doloroso en lo personal hizo que el tiempo entre proyecto y proyecto lo dedicara por encima de todo a lo interior, a lo humano, a lo que llevamos dentro.
Los momentos en los que eres cesado y rompes, de 120 a 0, con la rutina que te tenía inmerso en esta vorágine extenuante de entrenos, viajes, partidos y resultados en bucle suponen un desequilibrio absoluto a nivel emocional. Lo que ayer no hacías y hoy pasas a hacer como si no hubiera nada más en la vida se frena en seco y, de repente, eres apartado del foco profesional, social y mediático en el que estabas inmerso sin previo aviso, sin anestesia. No sé los demás, aunque me lo imagine, pero yo, pese a que cada vez tardo menos en reponerme del golpe, sigo notando el paso del huracán y necesito, como esta vez, varias semanas para volver al equilibrio. En la calma en la que me encuentro después de mi enésima tormenta, comparto contigo lo que me ayuda, en estos casos, a salir fortalecido con respecto al David anterior y a afrontar el próximo reto en un nivel superior al de aquel que se quedaba sin trabajo.
No sé cuándo volveré a entrenar. Nada es, ni siquiera, predecible en base a lo vivido con anterioridad. Ningún caso ha tenido unas consecuencias iguales, ni parecidas, créeme, y si yo he utilizado ese "inpass" para crecer te aseguro que nunca ha sido de igual manera. Podemos encontrar lugares comunes y en ellos me desenvolveré para contarte lo que me pide el cuerpo. Esto es algo de lo que yo hago cuando "no trabajo" resumido en tres puntos:
1. Rutina. Me parece necesario tener un orden en el horario diario para poder generar hábitos que permitan asentar aprendizajes. Cuando uno tiene tiempo libre y ninguna obligación es fácil dejarse llevar por los placeres o la pereza. Poder hacer cosas que no puedes hacer habitualmente no significa despilfarrar el tiempo disponible. Yo me centro en acostarme temprano y levantarme temprano (22:00-7:00,22:30-7:30, 23:00- 8:00), dedicar las primeras horas del día a las labores de más exigencia física y mental y, como si de un horario laboral se tratase, dedicarle el tiempo necesario a la meditación, la mejora del inglés, la lectura, el estudio, la escritura y mi entrenamiento para cubrir todas esas labores en la primera parte del día. Ese es mi trabajo. Solo con repetición se produce mejora. Esa repetición hace de algo consciente y costoso un hábito inconsciente y automático. Te aseguro que llega un momento en el que lo que antes costaba ahora se disfruta y sale solo.
2. Trabajos paralelos. Tanto para seguir activo como para practicar la puesta en marcha de nuevas ideas, busco trabajos, remunerados o no, donde ensayar mi oratoria, metodologías de entrenamiento, o mejoras técnicas. Charlas, coloquios, impartición de clases como profesor o intervenciones en medios de comunicación me mantienen entrenado y actualizado en mis desempeños como entrenador.
3. Viajes. Con el fin de aprender de otros entrenadores, conocer otras culturas y empaparme de diferentes metodologías y formas de ver el fútbol y la vida, aprovecho las relaciones que tenemos la gran fortuna de establecer en el deporte para compartir con otros colegas lo que cada uno tenga a bien compartir. Esas relaciones crean lazos afectivos con multitud de personas que aportan, en sí mismas, mucho más que el mero contacto profesional o el contenido intelectual de los encuentros.
La pérdida de un empleo es una situación neutra, como todo lo que podamos evaluar en la vida. Como la realidad depende del que la mira, este hecho puede sumirte en la depresión o servirte de acicate. Por lo que sea, yo, y cada vez más, opto por lo segundo. Me parece imprescindible la aceptación, lo más rápidamente posible, de la situación, para poder avanzar. En el presente, en el ahora en el que ya no tienes trabajo, enfangarte en el lodazal de las lamentaciones es perder un tiempo precioso de una vida que no espera, en la que el contador sigue corriendo y en la que todo el tiempo en que no "vivas" es un tiempo del que ya no volverás a disponer. Sentir las emociones es también vivir, por supuesto. Es, de hecho, imprescindible para no volver a perder tiempo más adelante deshaciendo nudos que no quisimos deshacer en su momento para evitar el dolor, para no sufrir. Perder un empleo puede generar tristeza pero, una vez vivida la tristeza, esa emoción ya puede dejar paso al miedo ante lo desconocido, a la alegría por seguir vivo con las experiencias en la mochila, o a la sorpresa por lo que se avecina. Por eso hay que vivirla, para poder avanzar. Dar las gracias por la oportunidad de haber disfrutado de ese club, de ese equipo, es el siguiente paso; y dar las gracias, ahora mismo, por lo que está de camino, cierra el círculo. Como digo siempre, frenarse en lo pasado o ansiarse por lo que está por venir nos saca del presente, del ahora, del único momento que en verdad existe. Ese andar diario por el camino hacia donde se supone que hay que llegar es ya, en sí mismo, el lugar a donde hay que llegar. Creer de otra manera es, a día de hoy, para mí, una triquiñuela que me quiere jugar mi malvada mente. Y con lo interesante que está la vida, ceder a que la mente juegue con eso es un lujo que no me quiero permitir. No sé tú pero, yo, paso.
Que tengas una feliz semana.
Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol
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