Lo que más me ha calado en la última semana de entre todas las reflexiones públicas acerca de la pérdida de “El Diez” ha sido un comentario de Marcelo Bielsa que rescaté de no sé qué medio. El entrenador argentino disertaba sobre la capacidad de genios como Diego de hacernos, a los espectadores, a los aficionados, a los observadores, partícipes de sus habilidades de tal manera que sintamos que nosotros también podemos hacerlo. Sentirnos ellos mismos en su praxis como si fuéramos parte de una efímera unidad. Esa capacidad impacta en mayor medida cuanto mayor es la genialidad. Ya sea en la música, en la pintura o en el canto, por poner tres ejemplos además del deporte, los virtuosos de cada especialidad provocan la sensación de sencillez en la ejecución de materias realmente complicadas. Solo hay que intentar imitarles para darse cuenta… Sin embargo, esa emoción generada en los demás, esa envidia por ser como ellos, conducida por la motivación por repetir el reto que supone imitarlos, estoy seguro de que es el motor más potente para la evolución humana. Que nunca mueran los genios (en nuestra memoria).
La vida sigue. Afortunadamente, los recuerdos no serán vagos... Con tamaños monstruos, al menos, se antoja imposible. Las reliquias de nuestros ídolos, sobre todo en forma de archivo sonoro o audiovisual, nos permitirán seguir teniéndoles entre nosotros motivándonos a ser mejores cada día. A los que somos y a los que serán. Si la vida exige, por un lado, estar como si fuéramos a morir mañana, el ser humano ha alcanzado unas cotas de seguridad y de paz social, así como de avances en diferentes campos, que permiten que, en promedio, la vida sea larga, y eso exige planificar, proyectar: disfrutemos del presente como si no hubiera otro momento pero preparémonos para lo que pueda venir. Paradójico, como la existencia en sí, y análogo a lo que supone honrar a los seres queridos que ya no están entre nosotros: valorar, despedir, llorar su pérdida y vivir el luto, el tiempo que sea, para después seguir con nuestro devenir sin anclarnos a un pasado que ya fue. En esa paradoja no debe faltar respeto, recuerdo y aprendizaje para lo que encaremos. Siempre, el pasado, como referencia, nunca como residencia. Gracias por todo, maestros.
El fútbol no da tregua. Aquí, en Kuwait, no para. Partidos cada tres días en una liga de clasificación que nos llevará a una fase final que empezará en enero; pese a ser solo clasificatoria, las dificultades son máximas. Como en cualquier liga. El nivel de todos los equipos aumenta cada temporada y resulta complicado asegurar victorias. En ningún país; en ninguna competición. Vemos sufrir a los grandes, en casa y fuera, y vemos al resto de equipos competir con soberbia y sin ningún respeto (deportivo) ante los mejores jugadores del mundo en estadios desangelados sin presión de una grada que se tiñe de croma en televisión. Quizás sea ese uno de los factores que esté haciendo ser menos a los grandes y más al resto. La competición iguala sobremanera, y más en estos momentos; y a nosotros, aquí, como no puede ser de otra manera, no nos está resultando fácil, pero ahí estamos, compitiendo por ganar también esta primera fase clasificatoria. Es lo que tiene el fútbol profesional (y competir, en general): hasta en los amistosos es obligatorio ganar. El 26 de diciembre acaba esta primera parte de la competición en Kuwait, antes de liga por el título y las copas nacionales, y no nos vale con pasar a la siguiente fase. En unas semanas te diré cómo acaba este 2020…
Una semana después de perder a Diego, el fútbol está un poco más vacío. Sin embargo, la sombra de la tristeza empieza a alumbrarse con la luz de una nueva estrella; poco a poco, el agua con sal de las lágrimas por Maradona va secándose, dejando una marca que será borrada por las sonrisas que sacarán los recuerdos del más grande. El hombre será leyenda y los que le conocimos (en vida) contaremos a los que vengan quién era ese virtuoso del balón que no se supo jamás de qué planeta vino (quizás, a ese planeta haya regresado).
Los que nos quedamos, en definitiva, nos tendremos que adaptar a la fuerza a la mencionada paradoja que daba título a la entrada de hoy de vivir como si fuéramos a morir mañana, preparados para estar aquí muchos años, cubiertos por el caparazón de una vida eterna.
Que tengas una feliz semana.
Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol
The paradox of life
What has struck me most in the last week of all the public reflections on the loss of "El Diez" has been a comment by Marcelo Bielsa that I rescued from I don't know what medium... The Argentinean coach talked about the capacity of geniuses like Diego to make us, the spectators, the fans, the observers, participate in their abilities in such a way that we feel that we can do it too. To feel ourselves in their practice as if we were part of an ephemeral unity. That ability impacts more the greater the genius. Whether in music, painting or singing, to give three examples besides sport, the virtuosos of each specialty provoke the sensation of simplicity in the execution of really complicated subjects. You only have to try to imitate them to realise... However, that emotion generated in others, that envy for being like them, driven by the motivation to repeat the challenge of imitating them, I am sure is the most powerful engine for human evolution. May geniuses never die (in our memory).
Life goes on. Fortunately, memories will not be vague... With monster sizes, at least, it seems impossible. The relics of our idols, above all in the form of sound or audiovisual archives, will allow us to continue having them among us, motivating us to be better every day. To those who are and to those who will be. If life demands, on the one hand, to be as if we were going to die tomorrow, human beings have reached levels of security and social peace, as well as advances in different fields, which allow life to be long on average, and this requires planning, projection: let us enjoy the present as if there were no other time but let us prepare for what may come. Paradoxical, like existence itself, and analogous to what it means to honour loved ones who are no longer among us: to value, to say goodbye, to mourn their loss and to live in mourning, for whatever time it may be, in order to then continue with our becoming without anchoring ourselves to a past that has already been. In this paradox we should not lack respect, remembrance and learning for what we face. Always, the past, as a reference, never as a residence. Thank you for everything, teachers.
Football does not give truce. Here, in Kuwait, it does not stop. Games every three days in a qualifying league that will take us to a final phase starting in January; despite being only a qualifying phase, the difficulties are maximum. As in any league. The level of all the teams is increasing every season and it is difficult to ensure victories. In no country; in no competition. We see the big teams suffer, at home and abroad, and we see the rest of the teams compete with pride and without any (sporting) respect against the best players in the world in dreary stadiums without pressure from a grandstand that is dyed in chroma on television. Perhaps that is one of the factors that is making the greats less and the rest more. The competition is very equal, and more so at the moment; and here, of course, it is not easy for us, but there we are, competing to win this first qualifying phase as well. This is what professional football has to offer (and competing, in general): even in friendly matches it is obligatory to win. This first part of the competition ends on 26 December in Kuwait, before the league for the title and the national cups, and it is not enough for us to go on to the next phase. In a few weeks I will tell you how this 2020 ends...
A week after losing Diego, football is a little more empty. However, the shadow of sadness begins to light up with the light of a new star; little by little, the salt water of Maradona's tears is drying up, leaving a mark that will be erased by the smiles that will bring back memories of the greatest. The man will be a legend and those of us who knew him (alive) will tell those who come, who was that virtuoso of the ball who was never known from which planet he came (perhaps, to that planet he has returned).
Those of us who remain, in short, will have to adapt by force to the aforementioned paradox that gave the title to today's entry of living as if we were going to die tomorrow, prepared to be here for many years, covered by the shell of eternal life.
Have a happy week.
Much Life. Much Love. Much Football
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