Si ha habido en España un equipo identificado con una forma de jugar, con un ADN, ha sido el Barça. La alusión, sobre todo periodística, a estas características propias, enraizadas en la genética de una institución, ha sido constante. Con rachas, eso sí, de más o menos recurrencia del tan manido término, pero recurrente al fin y al cabo.
En esa búsqueda de explicación a las cosas que no la tienen, o que no sabemos encontrar, el dichoso ADN ha viajado a Madrid en la temporada en curso para justificar las remontadas históricas de esta Champions League 2022. Ahora es el equipo de Chamartín el que demuestra en sus acelerones de los últimos tramos de los partidos que tiene un ADN… ¿ganador? ¿”Remontador”? No, nada concreto. Tiene un ADN propio que explica lo que sucede; sencillamente, que es lo que se busca (reducir las complejidad al absurdo): que siempre gana.
Llevo ya casi nueve meses en Panamá y no sabría decirte si la Sele, y el futbolista del país, en general, tiene un ADN propio. No lo sabría decir en los términos en los que se maneja el propio término. Entiendo su uso sensacionalista y su utilidad en las explicaciones someras y los titulares simplistas. Tienen su cabida en el negocio. Pero yo he de hablar de otra manera.
Después de la fase de clasificación, con más de catorce encuentros, entre oficiales y amistosos, y de ver la liga de Panamá (LPF) en los dos últimos torneos, te puedo hablar del jugador panameño: de su nivel técnico individual, de su capacidad de adaptación, de su potencial para la mejora táctica, de su biotipo atlético, de su potencia y velocidad, de su calidad futbolística, de su disciplina sobre el terreno de juego, o de su lado humano y su respeto al entrenador.
Hablar de un ADN propio sería evitar concretar las características del jugador que nace aquí, en general, y las de cada uno en particular. El final del mes de mayo y el principio del de junio nos llevará a Marsella a disputar con la Sub-21 el torneo Maurice Revello. Dirigiré a estos chicos para enfrentar su “ADN” al de Francia, Argentina y Arabia Saudí en la primera ronda.
Fuera de estas disquisiciones metafísicas, esta será una oportunidad maravillosa para que enseñen aquello de lo que son capaces. Un torneo importantísimo para Panamá, pues ha sido referencia en las últimas décadas en el país a la hora de disfrutar con las estrellas del futuro en una zona del planeta donde la única manera de medirse con Europa y Sudamérica, pese a la cercanía con estos últimos, era algún amistoso puntual. Hasta ahora, solo veían a otros por la televisión. Con esta primera invitación al torneo galo, la Sele pequeña, la Rojita sub-21, podrá mostrarse al mundo y ser protagonista.
Quién sabe si después de nuestra participación empieza a hablarse en Europa y América del ADN panameño.
Que tengas una feliz semana.
Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol
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