Esta semana he recibido uno de esos retos, tan de moda ahora por redes sociales, en los que se propone públicamente a amigos, colegas o seguidores para grabarse y compartirse disertando sobre un tema en particular. A mí me llegó a través de Pablo Cava (@PCavaHarinero) cuyo blog, pablocavaharinero.com, por cierto, os recomiendo especialmente. El enfoque que le doy a mis perfiles públicos me invita más a dejarlo por escrito que a grabarme en un vídeo. Además, seguro que los conceptos quedan más ordenados en menos espacio. Espero que os agrade la idea. Yo agradezco vuestra propuesta para charlar sobre algunos aspectos importantes a la hora de entender un poco el juego por el que nos dedicamos a esta profesión.
El hilo con el que se plantean las preguntas en cuestión empezaba con cuatro muy concretas que, con el desarrollo del propio hilo, han ido ampliándose a medida que los entrenadores encuestados han ido dando respuesta a cada una de ellas. Es lógico. A mí me lo parece, vamos. Que tengamos más preguntas que respuestas, y que cada pregunta necesite más preguntas antes de contestarse, es, en mi opinión, síntoma de sabiduría. Pese a haber dado sus opiniones, todos los que han contestado se han abandonado con humildad a la aceptación de que no tenemos respuestas, solo opiniones, y que la realidad no es ni abarcable, ni controlable, ni perceptible en su totalidad. Por eso nos contentamos (que no es poco), con hablar de experiencias, sensaciones; vivencias que puedan dar a los demás una visión que ellos no podrán tener (no tienen nuestros ojos, ni nuestro contexto) por si les ayuda a sumar a las suyas para poder atender a algo más grande que lo que a uno mismo le da de sí atender. La vida es demasiado corta como para vivirlo todo; si los demás te cuentan lo que han vivido, a veces te evita gastar tiempo para llegar a algunos sitios. No hay que subestimarlo. Voy a centrarme en ocho preguntas. Si quieres saber más acerca de lo que opino, puede estar chulo abrir otro debate. Ahí te lo dejo…
Pregunta: El resultado es lo más importante.
Respuesta: ¿El resultado, o ganar? El resultado condiciona de una manera muy determinante, pues anima o desanima, motiva o desmotiva. Se juega por diversión, pero si no hay opción de ganar, de competir en igualdad, o cerca de ella, cualquier juego es desmotivante; no quiero entrar en análisis maniqueos o monofactoriales, es fundamental tener la conciencia de la complejidad de los procesos. Entiendo que se quiera conocer la influencia del resultado, su grado de condicionamiento. Es básico, para mí. Para poder fluir en cualquier actividad, hay que disfrutarla; para poder disfrutarla, hay que estar cómodo en ella, manejarla en parte, tener las habilidades básicas. La competición, condición sine qua non del fútbol (uno contra otro), solo motiva a ambos cuando a ambos les obliga a hacer un esfuerzo para ganar, pero a la vez ganar está al alcance de ambos; cuando ganar resulta una dificultad, pero superable.
Pregunta: Solo destacamos a quien gana. ¿Por qué?
Respuesta: Obviamente, es el que ha obtenido el objetivo que ambos buscaban. Me parece de ley destacar al que gana; eso es aprender a perder (y sirve para aprender a ganar). Eso no es óbice ni para que el que pierda valore lo que ha pasado para aprender de ello y poder ganar más veces en el futuro, ni para que el que gane valore las cosas que le han llevado a la victoria y en dónde puede seguir evolucionando. Me parece necesario que se destaque al ganador: es una falacia que todos ganen. Ganar tiene mérito, y hay que dárselo. Lo que propongo es la responsabilidad individual: que cada uno asuma el resultado y lo que puede hacer en la próxima ocasión para obtener un resultado diferente. Si somos agradecidos, el contrario será el mejor maestro para nuestra evolución, pues, gracias a su oposición, nos hemos enfrentado a nuestros miedos, a nuestros límites, en un entorno donde hemos disfrutado de algo que nos motiva, y en el que han podido emerger nuestros potenciales. Eso servirá en el futuro.
Pregunta: ¿Sirve de algo merecer ganar, a pesar de haber perdido?
Respuesta: ¿Qué significa «merecer ganar»? Eso es subjetivo. Es una interpretación. Tendríamos que acordar un marco de referencia universal (es mejor el que más tira, el que más pisa el área rival, o el que recibe menos ocasiones por ocasión creada… ¿dónde ponemos la referencia?). Lo único objetivo es que los goles definen, y ya hay un marco de referencia, el reglamento: no se puede marcar con la mano, las faltas dentro del área son penalti, el partido dura noventa minutos más descuento… Lo demás, en mi opinión, es no asumir la responsabilidad de no haber sido capaz de marcar más goles que el rival, pues eso depende de uno mismo cien por cien. Si quieres sacar algo productivo de la derrota, merecida, por supuesto, porque si no la merecieras, no la tendrías, te remito a la pregunta anterior: responsabilízate de lo que has hecho, decide si el resultado de tus actos te ha gustado, o no, y proponte lo que tienes que hacer la próxima vez para repetir lo que deseas y dejar de reproducir lo que sientes que no ha sido útil.
Pregunta: Cuando ganamos habiendo jugado mal, ¿nos sentimos satisfechos como entrenadores?
Respuesta: (No me voy a enzarzar en qué es «jugar mal», o bien, pero habría que empezar por ahí…). El objetivo del que juega es ganar. Si se cumple, habrá que celebrarlo y estar satisfecho por ello. El análisis profundo, profesional, e incluso motivado por el propio placer del juego (ya sea como jugador o como entrenador), me lleva a plantearme si lo que ha pasado en el partido es algo que quiero que se repita (porque lo entiendo útil, porque es efectivo) o prefiero que deje de ser habitual (porque, pese a haber ganado, es algo que nos aleja de tener oportunidad de ganar, la mayoría de las veces, a tenor de mis experiencias: bien porque es algo difícilmente repetible, bien porque se ha dado en muy pocas ocasiones o bien por cualquier otro motivo de valor para mí). Por ejemplo, si mi equipo ha llegado al área diez veces más que el contrario, o si ha hecho quince tiros a puerta más que el rival, pese a perder, podemos entender que el equipo, si sigue esa línea, en el futuro, tendrá más opciones de ganar que el contrario. Se gane o se pierda, el resultado no debe ser la vara de medir; es todo lo que sucede lo que nos da pistas de por dónde estamos yendo y nos permite elegir si seguir o no por ese camino.
Pregunta: Diferencias entre el fútbol formativo y el fútbol profesional. ¿Qué es fútbol formativo?
Respuesta: Me parece esencial traer a colación la pregunta de qué es fútbol formativo antes de nada… Si somos aprendices toda nuestra vida, ¿acaso no estamos en formación de por vida? ¿Acaso no siguen formándose Ronaldo o Messi? Si queremos hablar con propiedad, quizás sea más adecuado hablar de fútbol base o categorías inferiores, no profesionales. Desde luego, el profesionalismo exige rendimiento máximo, pero mi enfoque como profesional, desde que estoy en la élite, no ha diferido del que le he dado ni le daría a un jugador de base. En las respuestas anteriores está la explicación: la resumo en generar un contexto para que saque todo su potencial como jugador (cercanía, confianza, respeto, educación, libertad, un marco de referencia inicial -sistema, ejercicios, ideas de partida- y feedback conjunto para que valore lo que está haciendo y decida lo que quiere seguir repitiendo y lo que quiere ir descartando). Si nos ponemos a su disposición y entendemos que estamos para servirle, no podemos equivocarnos… Ni en la élite, ni en la base.
Pregunta: ¿Cómo es nuestro liderazgo?
Respuesta: Esta es para Pablo. En la próxima entrada desarrollaré un poco esto. Utilizaré esta pregunta para una entrada entera. Solo adelanto que el liderazgo es, para mí, por encima de todo, ser un ejemplo: humilde para asumir y transmitir que no tienes todas las respuestas; asertivo para poder dirigir con firmeza; comprensivo para ponerte en la piel de cada uno en todas las situaciones; coherente para que lo que pienses encaje con lo que dices y, sobre todo, con lo que haces, y así transmitir confianza; honesto para que todo el mundo conozca su situación y nadie pueda crearse expectativas irreales; justo, para aplicar la ley… Y, como base (comodín para todo en la vida) un profundo amor propio. Si el entrenador se ama a sí mismo, se respeta, se trata como merece, no podrá tratar a los demás de otra manera.
Pregunta: ¿Para qué entrenamos?
La última pregunta solo tiene una respuesta; la misma que tienen todos los «para qué» que nos podamos plantear en todas y cada una de las actividades que desarrollemos. En todas. Sin excepción. Porque todo lo que hacemos, en su base, en la base de absolutamente todo lo que hacemos en nuestra vida, subyace una única idea: la de ser feliz.
Que tengas una feliz semana.
Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho fútbol
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