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Foto del escritorDavid Doniga Lara

¿Quién nos ha robado el mes de abril?

Actualizado: 31 mar 2020

Cómo pudo sucederme a mí. Cómo pudo sucedernos a nosotros. Nosotros, que teníamos todo controlado. Que en esta rueda de hámster en la que estamos metidos en torno a trabajar, consumir, endeudarnos y seguir trabajando para seguir alimentando el motor de esa dichosa rueda no nos permitimos tomar conciencia de que avanzamos sin llegar a ningún sitio; rueda sin fin cuyo movimiento convence a la mayoría de que esto sigue como debe seguir (y, lo que es curioso, da seguridad); tranquilos, enfocados en que el ritmo no pare, dejamos a un lado la reflexión porque tenemos que hacer tantas cosas para que siga dando vueltas que hacer un stop es un lujo que no nos podemos permitir. Parar… No jodas, parar. Cierra el pico y sigue “palante”, que tenemos muchas cosas importantes y cuestionarse otras que se salgan de la línea marcada nos quita tiempo de producción y le resta batería al sistema (y, a lo mejor, me hace ver que esa no es la línea que a mí me gusta…Calla, calla. Deja las cosas como estaban). Que no sea por mí por quien se pare esto.

La seguridad del pensamiento único, de seguir a la masa, de creer todo lo que nos dicen, nos alivia en el inconsciente colectivo. Nos permite identificarnos con un número tan grande de iguales que nuestro cuerpo se calma ante la idea de que tantos no pueden estar equivocados. Esa pertenencia al colectivo nos exime de tomar responsabilidades individuales en pos de la aceptación del prójimo. Necesitamos amor. La colectividad nos arropa; eso camufla un sufrimiento que se relaja con la aprobación de la mayoría de “los nuestros”. Leí una vez que el ser humano prefiere dar la razón al grupo, para ser aceptado, pese a que lo que nos una no sea cierto, a buscar la verdad. Y tiene toda la lógica. Pero eso tiene un problema: la falta de libertad. O, por decirlo de otra manera, la docilidad para que alguien decida por ti en lugar de cuestionarte si el camino marcado es realmente el que hay que seguir.


Nos han robado el mes de abril. Nos habían robado marzo pero pinta a que nos pueden afanar hasta mayo…y subiendo: la situación tiene visos de alargarse. ¿Quién nos ha robado el mes de abril?¿Quién nos ha robado nuestra libertad? Un virus. Esa parece la respuesta más lógica. Que nos hayamos quedado sin fútbol, una nimiedad; que nos hayamos quedado sin trabajo, cuidado. Cuando nos someten a un estado de confinamiento tal como el que estamos viviendo, el miedo atenaza y hasta las consecuencias económicas derivadas de esta catástrofe pasan a un segundo plano al ponerse sobre la mesa la muerte (fíjate hasta qué punto ocurre eso que empezamos a asumir que va a venir una recesión histórica pero cedemos a ello al ver que si seguimos trabajando podemos morir); que, en definitiva, nos hayamos quedado sin libertad, que no seamos dueños de nuestras decisiones, para mí, no es baladí. Desde el punto de vista más solidario y menos crítico, desde luego que es imprescindible quedarse en casa para salvaguardar la seguridad colectiva. La salud nacional, la salud del planeta; desde un punto de vista crítico, todo es muy extraño. Los problemas sistémicos requieren de enfoques sistémicos. Ante un problema global, que cada uno (cada país) tome una decisión particular teniendo órganos internacionales de grupos de países a diversas escalas parece paradójico. Como si los virus supieran de fronteras; como si la burocracia inventada, las líneas que separan unos países de otros, o la diferencia entre razas fuera real. Cerrar un país mientras otro está abierto transmite no entender de qué va la vida; pensar que confinarse es que la mayoría estemos en casa pero que los que tienen la responsabilidad de ayudarnos a los demás estén trabajando por el bien común, como si ellos fueran inmunes o no provocaran que el virus siga expandiéndose, es creer en cuentos de hadas.


No se puede estar al plato y a las tajadas. Hemos creado una forma de vida insostenible y hasta en el confinamiento la queremos seguir sosteniendo. El ser humano es especialista en querer cambiar su realidad hacia algo diferente haciendo lo mismo.


Nos han robado el mes de abril. Sí. El hecho de que el fútbol, que es lo que me trae hasta aquí, siga o no, se reanude o no, continúe como lo conocemos o no, no es fruto de ningún robo, sino lógica interna de un sistema desequilibrado, una forma de vida insostenible. Como casi todo lo que promueve este modelo capitalista, está claro, lo que pasa es que yo me centro en lo que sostiene este blog. Bastante incursión he hecho ya en las cosas ajenas al fútbol que están pasando pero que, por otra parte, y con la percepcióm sistémica que siempre expreso en estas líneas, son, inevitablemente, condicionantes de todo como todo es condicionante de lo demás. La incertidumbre hecha realidad de golpe y porrazo; la teoría de los sistemas dinámicos escrita en la pizarra de la cotidianidad; el caos somatizado por todos y cada uno de los seres humanos de este planeta de un día para otro, sin previo aviso. Por eso regreso al fútbol.


El fútbol será lo que en este proceso me sirva como nexo con otros seres humanos. Compartiremos, como venimos compartiendo, tiempo en vivo (cada dos días) o en diferido (con las conversaciones grabadas cada esos dos días en Youtube) con el fin de acercar mi campo, el fútbol profesional, a otros colegas, amigos o aficionados que gusten de escuchar acerca de la realidad (nuestra realidad) del fútbol a dos profesionales en activo, pues a mi presencia continua se sumarán entrenadores, técnicos y futbolistas, diferentes cada día. Espero no ocupar tu tiempo de aburrimiento sino generar un contenido con valor que tenga utilidad. Entretenido, por supuesto. Pero de calidad, con nuestra experiencia y nuestro conocimiento al servicio de los demás.


“Quién me ha robado el mes de abril…¿Cómo pudo sucederme a mí? Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón”. Joaquín nos daba pistas para próximas ocasiones: quizás hay que dejar el corazón donde está, en sus sitio, dentro de nosotros, a salvo de que nadie pueda meter la mano en ningún cajón, caja o escondrijo y quitárnoslo. En él, en el corazón, es donde podemos guardar los abriles, la libertad y la incredulidad. Así, cuando afuera lleguen los terremotos y los diluvios, tendremos un rinconcito para escondernos que nadie podrá usurparnos.


Te espero en Instagram y Youtube. Que tengas una feliz semana.


Mucha Vida. Mucho Amor. Mucho Fútbol

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